El sombrero de Patrón Costas
- anaperionauta
- 12 jul 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 24 feb 2022
Manchas color ocre delatan el paso del tiempo. La sala donde reposa no lo presenta a primera vista. Hace falta girar a la derecha para encontrarlo, detrás de una gruesa puerta de madera y dentro de una vitrina.
Publicado en Salta 12 o Página 12 Salta el 12 de Julio de 2021

Su dueño, legendario personaje de doble apellido, todavía despierta todo tipo de emociones. Nostalgia, temor, admiración, odio, respeto, irreverencia. Tal vez faltaría un látigo y algunas imágenes de quienes fueron la mano de obra más buscada por el imperio azucarero del departamento de Orán, para que la tristeza o la angustia completen la paleta de emociones posibles. La curiosa ubicación del sombrero y su patrón en una de las salas en el museo del Cabildo Histórico se transforma en peculiar.
Si no la ilumina la luz artificial, la vitrina cae en la penumbra e invisibiliza todas las piezas que lo acompañan. Justamente, ellas son portadoras de una carga simbólica muy potente. Por sí mismas, evocan directamente modernas prácticas de dominación esclavista. Las aplicaron dueños y capataces de ingenios azucareros del norte salteño y jujeño sobre la población más empobrecida y vulnerable durante buena parte del siglo XX. Solo desde los años setenta, la mecanización de la cosecha de caña de azúcar paulatinamente sustituyó el trabajo manual. Hasta entonces y por décadas, ingenios como El Tabacal literalmente devoraron gente.
¿El sombrero incomoda con su sola presencia? ¿o serán incómodas las preguntas que despertaría su protagonismo dentro del itinerario que propone el Cabildo? Desde el punto de vista de la puesta en escena, probablemente representaría mejor al personaje si reposara sobre el busto tallado en madera que recuerda a su dueño. En la vitrina, evoca el rostro de Robustiano Patrón Costas entrado en años. Tal composición escénico-histórica a partir de un sombrero, sería un golpe de efecto decolonial. Con todas las referencias contextuales a la vista, incluso audiovisuales y sonoras como hoy se estila, el Museo colaboraría en bajar la intensidad a relatos grandilocuentes que tienden a disculpar al personaje del sombrero que resguarda.
La leyenda
Entre la bibliografía disponible que exalta los éxitos del empresario industrial, el sombrero y Patrón Costas aparecen en la tapa de un libro publicado en 1998 por el jesuita norteamericano Ernest Sweeney. Entre 1970 y 1972 fue vicerector académico de la Universidad Católica de Salta fundada por Robustiano. La fotografía retrata al personaje luciendo al sombrero del Cabildo en los cañaverales en Orán. “La leyenda argentina”, como lo describe desde el título, viste botas marrones de caña larga.
En las primeras páginas, Sweeney opta por aclarar que su investigación es sobre un personaje complejo. “Intentar acercarse a la persona de Patrón Costas sin tocar temas urticantes es imposible”, advierte. En su opinión implicaba aproximarse “a la construcción de la argentina contemporánea, a desapacibles pujas electorales por el poder (...) y a una legislación embrionaria y conflictiva en materia de justicia social”. No hay en el libro otras referencias claras que evoquen las contradicciones del personaje.
“Decir que Robustiano era un señor feudal, es una categoría inaplicable. Lo objetivo, es que él, en la selva del norte salteño, levantó una agroindustria. No hubo otro emprendimiento igual de esa envergadura”, respondió Gregorio Caro Figueroa a la consulta de Salta 12. La conversación con el divulgador salteño miembro de la Academia Nacional de la Historia, ahondó en la complejidad del personaje. “Entonces ¿por qué se lo adjetiva con la palabra oligarca?”, repreguntó Salta 12. Para el investigador salteño la etiqueta tuvo sus orígenes a comienzos del siglo XX. Entre 1902 y 1904 Robustiano Patrón Costas fue Ministro de Hacienda de Salta. Incluso una foto de época en el libro de Ernest Sweeney lo retrata sobre una calle de la capital salteña, junto a otros políticos. Viste frac y usa otro sombrero: uno negro y alto, tipo galera. No tiene 25 años.

Caro Figueroa explicó que mientras ocupaba ese cargo “redactó un escrito que luego hizo público. Denunciaba que el poder político salteño estaba en manos de una dinastía familiar que dominaba toda la economía regional”. Se refiere a los Ovejero Zerda. “Esa familia tenía ingenios azucareros en Jujuy”, continuó. “Pero Patrón Costas se dirigió a ellos en términos de oligarquía. Tuvo mala prensa. Él era más abierto que el conservadurismo cerrado predominante en el Norte. Fue un personaje raro para su época”.
La historiadora María Ester Ríos evitó encasillar al personaje durante su charla con Salta 12. “Si vamos por lo colonial y feudal, su criterio de producción en Salta no fue el de los Isasmendi” opinó. Ella evocó ese apellido emblemático de los Valles Calchaquíes porque los Patrón también jugaron su papel dentro del espacio social vallisto. Ríos recordó lo clave: Patrón Costas “movilizaba mano de obra desde las distintas propiedades que tenía por el Chaco salteño y los Valles Calchaquíes hacia el Ingenio San Martín del Tabacal en Orán”.
El comentario de la ex directora del Museo permitió ubicar al sombrero y a la crueldad ideológica en el personaje. Justamente esas personas decidían emprender un viaje hacia un ingenio perdido en medio de la selva oranense, generalmente a pie, persiguiendo la promesa de una buena paga.
Fue el trasfondo de la historia que hoy se conoce como “La masacre de Rincón Bomba”. Ocurrió en el territorio de la actual provincia de Formosa, pero se originó en el Ingenio de Robustiano Patrón Costas. En abril de 1947, cientos de familias pertenecientes a los pueblos qom, pilagá, mocoví, chorote y wichí fueron contratados por El Tabacal para trabajar en la cosecha de la caña de azúcar.
Sostener que Robustiano Patrón Costas ofició de huevo que engendró esa serpiente no es equivocado. Al llegar el momento de la primera paga, la empresa no cumplió con lo prometido. Pretendió darles la tercera parte por su trabajo: dos pesos con cincuenta por jornal, no seis pesos. Como los originarios protestaron, la empresa los despidió sin pagarles por el trabajo ya realizado. Ni siquiera les proporcionó comida para el regreso, o vales para cambiarlos por alimento en la proveeduría del Ingenio. Nada de eso. Regresaron caminando cuatrocientos cincuenta kilómetros pidiendo ayuda en los pueblos que encontraban a su paso. En el recorrido, muchos murieron de hambre. Esas son las imágenes de los pueblos subyugados por el personaje que deberían acompañar al sombrero de Patrón en el Cabildo Histórico.

Gabinete de curiosidades
No se sabe cómo llegó ese sombrero de Patrón Costas y el resto de las piezas al Cabildo. Durante la investigación de Salta 12, otra ex Directora del Museo, Mónica De Lorenzi, aseguró que todas ellas quedaron en manos de la institución durante la gestión de su primer director entre 1949 y 1971. Se trataba de monseñor Miguel Ángel Vergara. Otra fuente consultada por Salta 12 que trabaja allí, explicó que hasta los años ochenta no se llevaba registro sistemático. “Hasta entonces, el Cabildo recibía donaciones y aquí se les daba un lugar”, contó. Incluso, la sala donde hoy se encuentra el sombrero fue por muchos años una oficina de documentación. Es la primera a la derecha, una vez que se ingresa al patio central.
La espacialidad de nombres y ubicaciones que preserva el espacio turístico actual de la ciudad de Salta es otra curiosidad importante. Revela la trama de relaciones sociales de cierta salteñidad e incluye al personaje del sombrero. El Museo Histórico del Norte fue rescatado en 1936 de su inminente demolición por Carlos Serrey. No sólo era salteño, sino miembro del partido Unión Provincial y luego del Partido Demócrata Nacional, ambos tuvieron como referente a Robustiano Patrón Costas.
Patrón Costas se valió de créditos otorgados por la banca pública nacional para emprender, desde 1918, lo que muchos admiran: el primer gran emprendimiento agroindustrial del Norte Argentino. Serrey fue abogado del Banco de la Nación Argentina, Banco Hipotecario Nacional y del Banco Español del Río de la Plata.
Algunos años antes Robustiano, gobernando la provincia de Salta entre 1913 y 1916, mandó a construir en la plaza principal de la ciudad la sede del Nuevo Club Social. Al mejor estilo del Jockey Club de Buenos Aires, el Club 20 de Febrero nucleaba a las familias tradicionales salteñas y había sido fundado en 1858.
La flamante sede se levantó gracias a Patrón Costas, a pocos metros del Cabildo Histórico que hoy resguarda su icónico sombrero. Es el actual Centro Cultural América en Mitre 23. El Club fue clausurado durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Después del golpe de 1955 se mudó a otra sede sobre el actual Paseo Güemes. Era un barrio en formación que ya contaba con otro ícono singular: el monumento a un héroe rescatado del olvido. Martín Miguel de Güemes comparte hoy el mismo barrio del Club 20 que supo presidir el dueño del sombrero del Cabildo. La gran curiosidad histórica, es la línea de ascendencias de Robustiano: su tatara abuela fue Francisca Güemes, hermana del General.
Héroe del conservadurismo nacional, Robustiano formó parte de la elite del curioso país de los liberales estatistas: liberal para los negocios, estatista para las deudas. Fue un industrial moderno que trató con métodos feudales y esclavistas a comunidades originarias y trabajadores empobrecidos. El sombrero del Patrón azucarero aún aguarda un tratamiento crítico y decolonial por parte del Museo Histórico del Norte.
REPERCUSIONES

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